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Alrededor de 1.700 científicos destacados, entre quienes se cuenta la mayoría de los galardonados con un premio Nóbel de ciencias, firmaron este manifiesto en noviembre de 1992. La advertencia de los científicos del mundo a la humanidad fue redactada e impulsada por Henry Kendall, expresidente de la junta de directores de la Union of Concerned Scientists.


Preámbulo

Los seres humanos y el mundo natural se encuentran en vías de colisión. Las actividades humanas producen daños drásticos y muchas veces irreversibles al medio ambiente y a recursos críticos. Si no las detectamos, muchas de nuestras prácticas actuales ponen en serio peligro el futuro que deseamos para las sociedades humanas y para los reinos animal y vegetal, y pueden alterar el mundo hasta el punto de incapacitarlo para mantener la vida tal y como la conocemos. Es urgente que emprendamos cambios fundamentales para evitar la colisión a la que nos conduce nuestro curso presente.
El medio ambiente

El medio ambiente está soportando una carga crítica:

La atmósfera
La reducción del ozono estratosférico nos amenaza con un aumento de radiación ultravioleta sobre la superficie de la Tierra, la cual puede resultar dañina o letal para muchas formas de vida. La contaminación del aire y la lluvia ácida causan numerosas lesiones a los seres humanos, los bosques y los cultivos.

Agua
La explotación imprudente del recurso agotable del agua pone en peligro la producción de alimentos y otros servicios esenciales para la humanidad. El derroche de agua potable ha provocado serias restricciones en unos 80 países que contienen el 40% de la población mundial. La contaminación de ríos, lagos y aguas subterráneas limita aún más el abasto.

Océanos
Los océanos soportan una destrucción severa, especialmente en las regiones costeras que cubren la mayoría de la demanda pesquera mundial. En la actualidad, la cantidad total de capturas pesqueras equivale o supera los niveles que se consideran sostenibles. Algunos caladeros ya han dado muestras de agotamiento. Los ríos, que llevan gran cantidad de materiales erosionados hasta los mares, también transportan residuos industriales, urbanos, agrarios y pecuarios, algunos de ellos tóxicos.

Suelos
La pérdida de la productividad de los suelos, que causa un abandono masivo de las zonas rurales, es un subproducto de las prácticas presentes en la agricultura y la ganadería. Desde 1945 se ha degradado el 11% de la superficie fértil de la Tierra (un área mayor que India y China juntas), y la producción de alimentos per cápita está decreciendo en muchas partes del mundo.

Bosques
La selva tropical así como los bosques secos tropicales y de zonas templadas se están destruyendo rápidamente. Al ritmo actual, algunos tipos de bosques serán eliminados en pocos años, y la mayor parte de la selva tropical habrá desaparecido antes de finales del próximo siglo. Con ellos se extinguirá una gran cantidad de especies de plantas y animales.

Especies
La pérdida irreversible de especies, que para el año 2100 podría llegar a afectar a un tercio de todas las especies que ahora viven, tiene especial gravedad. Estamos perdiendo la capacidad que tienen para suministrarnos medicinas y otras ventajas, y la aportación que supone la diversidad genética de las formas de vida para la robustez de los sistemas biológicos del globo y para la asombrosa belleza de la Tierra. Gran parte de estos daños es irreversible en una escala temporal de siglos y, en algunos casos, es incluso permanente.

Otros procesos representan amenazas adicionales. El aumento de la concentración en la atmósfera de gases generados por la actividad humana, incluido el dióxido de carbono producido por la quema de combustibles fósiles y por la deforestación, puede alterar el clima a una escala global. Las predicciones de calentamiento global son aún inciertas (con consecuencias que van de tolerables a muy severas), pero los riesgos potenciales son muy grandes.
Nuestra intervención masiva en la red de la vida con interdependencias mundiales (combinada con el daño ambiental causado por la deforestación, la pérdida de especies y el cambio climático) podría provocar efectos negativos generalizados, incluyendo el colapso imprevisible de sistemas biológicos cruciales, cuya dinámica e interacción apenas conocemos. La incertidumbre en cuanto a la magnitud de estos efectos no puede justificar la autocomplacencia ni postergar que nos enfrentemos a las amenazas.


Población

La Tierra es finita. Su capacidad para absorber desperdicios y vertidos destructivos es finita. Su capacidad para proveer alimento y energía es finita. Su capacidad para abastecer un número creciente de habitantes es finita. Nos estamos acercando a muchos de estos límites. Las prácticas económicas que lastiman el medio ambiente, tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados, no pueden continuar sin el riesgo de dañar irremediablemente los sistemas globales vitales.
Las demandas que exige el desenfrenado crecimiento demográfico al mundo natural puede derrumbar cualquier esfuerzo por lograr un futuro sostenible. Si hemos de detener la destrucción del medio ambiente debemos aceptar límites en cuanto al crecimiento demográfico. Una estimación del Banco Mundial indica que la población mundial no se estabilizará en menos de 12.400 millones, mientras que las Naciones Unidas concluyen que el total podría llegar a los 14 mil millones, casi el triple de la población actual, de 5.400 millones. Pero aún en el presente, una de cada cinco personas vive en la pobreza absoluta sin suficiente alimento, y uno de cada diez sufre de malnutrición severa. No nos queda más que una o unas pocas décadas para perder la oportunidad de evitar las amenazas a las que ahora nos enfrentamos, y eso reducirá considerablemente las perspectivas de futuro para la humanidad.


Advertencia

Nosotros, los firmantes, miembros de la comunidad científica mundial, advertimos aquí a la humanidad de lo que nos espera. Es preciso un cambio significativo en nuestra administración de la Tierra y de la vida que alberga si deseamos evitar una enorme miseria humana y si no queremos mutilar irreparablemente nuestro hogar en este planeta.


Qué debemos hacer

Debemos actuar simultáneamente en cinco frentes vinculados de forma inextricable. Debemos controlar las actividades perjudiciales para el medio ambiente y proteger la integridad de los sistemas terrestres de los que dependemos.
Debemos, por ejemplo, reemplazar el uso de combustibles fósiles por fuentes de energía más benignas e inagotables para reducir la emisión de gases de invernadero y la contaminación del aire y del agua. Hay que dar prioridad al desarrollo de fuentes energéticas adecuadas para las necesidades del tercer mundo, es decir, a pequeña escala y fáciles de poner en práctica.
Debemos detener la deforestación, la pérdida y el deterioro de las tierras de cultivo, y la pérdida de espacios vegetales y animales, tanto terrestres como marinos.
Debemos administrar con mayor eficacia los recursos cruciales para el bienestar humano.
Debemos dar gran prioridad al uso eficiente de la energía, el agua y otros materiales, incluyendo la ampliación de medidas para su conservación y reciclaje.
Debemos estabilizar la población, lo cual sólo será posible si las naciones reconocen que para ello hay que mejorar las condiciones económicas y sociales, y adoptar medidas efectivas y voluntarias de planificación familiar.
Debemos reducir y, con el tiempo, erradicar la pobreza.
Debemos asegurar la igualdad entre sexos y garantizar que las mujeres tomen sus propias decisiones con respecto a la reproducción.


Las naciones desarrolladas deben actuar ahora

Las naciones desarrolladas son las que más contaminan el mundo en la actualidad. Ellas deben reducir drásticamente el derroche de consumo para atenuar la sobrecarga de los recursos y del medio ambiente global. Las naciones desarrolladas tienen la obligación de ayudar y apoyar a las naciones en vías de desarrollo, ya que son las únicas que disponen de los medios económicos y el conocimiento técnico para estas tareas.
Aceptar esto no es altruismo, sino mirar con inteligencia por el interés propio: industrializados o no, todos tenemos el mismo y único bote salvavidas. Ninguna nación puede escapar del perjuicio cuando se dañan sistemas biológicos globales. Ninguna nación puede escapar de los conflictos que surjan por unos recursos cada vez más escasos. Además, las migraciones masivas que causa la inestabilidad económica y los problemas ambientales tendrán consecuencias imprevisibles para todas las naciones por igual, sin importar su estado de desarrollo.
Las naciones en vías de desarrollo deben entender que una de las amenazas más graves es el daño medioambiental, y que les será muy difícil aliviarlo a menos que controlen sus poblaciones. El mayor riesgo consiste en quedar atrapados en una espiral de deterioro ambiental, pobreza e inestabilidad social que conduzca al colapso social, económico y ambiental. El triunfo de estos esfuerzos globales exige una gran reducción de la violencia y las guerras. Los recursos que en la actualidad se utilizan para la preparación y la ejecución de conflictos armados (más de un billón de dólares anuales) son muy necesarios para este nuevo cometido y es preciso reconducirlos hacia esta nueva empresa.
Necesitamos una ética nueva, una nueva postura para asumir nuestra responsabilidad de cuidar de nosotros y del planeta. Debemos reconocer que la Tierra tiene una capacidad limitada para abastecernos. Debemos reconocer su fragilidad. No debemos permitir que sea arrasada por más tiempo. Esta ética debe impulsar un gran movimiento para convencer a los líderes reacios, a los gobiernos reacios y a los propios pueblos reacios de que lleven a cabo los cambios necesarios.
Los científicos del mundo que emitimos este manifiesto esperamos que nuestro mensaje llegue a todo el mundo y haga mella.
Necesitamos la ayuda de todos.
Necesitamos la ayuda de la comunidad mundial de científicos (naturales, sociales, económicos y políticos).
Necesitamos la ayuda de los líderes industriales y empresariales del mundo entero.
Necesitamos la ayuda de los líderes religiosos.
Necesitamos la ayuda de todas las gentes.
Llamamos a que todos se nos unan en este cometido.

Nota del autor

Este libro es el resultado de muchísimas horas de reflexión en solitario y de muchas horas, también, de observación cotidiana. Quizás la forma escogida no sea la más adecuada, y pido disculpas por ello, pero pido al lector que se olvide un poco de esa forma y centre su atención en el fondo, que es lo realmente importante de toda lectura y, por supuesto, como menciono varias veces en el libro, lo lea con la mente abierta, libre de prejuicios.
Seguramente usted pensará que me equivoco en muchos de los conceptos e ideas que expreso, no se lo pongo en duda; lo que sí le pediría es que no pierda el tiempo haciendo juicios y críticas que no le van a conducir a nada, simplemente tome lo que crea que le será de utilidad para hacerle la vida más sencilla y feliz a usted y a todos los que le rodean; el resto olvídelo.

Sería imposible mencionar en estas pocas líneas toda la bibliografía utilizada para la inspiración de este libro, entre otras cosas, porque mi memoria es bastante limitada; aún así, haré un esfuerzo e intentaré recordar algunos de ellos de los cuales he tomado prestadas algunas historias y datos concretos, sin contar, por supuesto, los ya mencionados a lo largo del libro.
Para empezar, casi toda la información cosmológica y astronómica, así como numerosos datos sobre nuestro planeta, están tomados del libro Hijos de las Estrellas, de Daniel Roberto Altschuler (2001), director del observatorio de Arecibo y catedrático de física y astronomía de la Universidad de Puerto Rico; también de él obtuve la historia del libro de las Sibilas y el manifiesto Advertencia de los científicos del mundo a la humanidad, reproducido en el apéndice final. Algunos otros datos también astronómicos y biológicos están sacados de La búsqueda de vida en otros planetas escrito por Bruce Jakosky (1998).
Otro escritor que me ha servido como fuente de inspiración y del que he tomado prestadas algunas citas es Paulo Coelho; la historia de la búsqueda de la felicidad en las dos gotas de aceite está sacada de su libro El Alquimista.
Por último, quisiera hacer una especial mención a los maestros budistas Taisen Deshimaru y Philip Kapleau y al experto en cultura budista John Smelling. La lectura de sus libros supuso para mí un cambio radical en la forma de afrontar la vida y de ver el mundo. También la lectura de clásicos como Platón y Aristóteles han contribuido mucho a este fin. Les puedo asegurar que gracias a ellos, ahora soy más feliz y me siento en condiciones de hacer más felices a los que me rodean.

Y para quien le pueda interesar, la población en el año 2003 ascendió hasta unos 6.302 millones de personas en todo el mundo. Cada día hay 250.000 nacimientos, lo que suma 90 millones al año. A este ritmo, la población global llegará a los 10.000 millones en el 2050.
Cada segundo se tala una superficie de bosque tropical para uso humano equivalente a un campo de fútbol. Y cada día, se estima, que se extinguen unas cien especies diferentes entre animales y vegetales.

Capítulo XXXIV

Cuarenta y dos hora después, Elena se encontraba junto a su marido en el transbordador espacial, rumbo al que, a partir de ahora, sería su nuevo hogar y el de toda su familia y amigos.
Durante el viaje tuvo tiempo de sobra para reflexionar sobre todo lo que les esperaría allá abajo. Hace años, ni en sus mejores sueños podría pensar que acabaría sus días en el mismo planeta de sus antepasados. Ese planeta que tanto había estudiado y del que tanto había leído ¿En verdad sería como lo había imaginado siempre? Pronto lo sabría.

A ella no le daba miedo el comienzo de una nueva vida; no temía a las penalidades y al sufrimiento que con toda seguridad soportarían allí abajo. No le importaba el dolor, ni el hambre, ni el trabajo, ni el agotamiento, ni el frío, ni las lluvias,... a lo que de verdad tenía auténtico terror era a la naturaleza propia del ser humano; a la avaricia, a la envidia, al rencor, a la venganza.
Después de haber estudiado la caída de tantas y tantas civilizaciones por las mismas causas, no podía dejar de preguntarse qué sería de ellos en un futuro y, hasta qué punto habrían aprendido la lección.
Le vinieron a la mente muchas palabras sabias, escritas y dichas en todos los tiempos que, al parecer, nunca fueron escuchadas por quienes debían de hacerlo; entre todas, aparecieron en su cabeza un párrafo de Ernesto Sábato, escritor del siglo XX, de su libro La Resistencia: “Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. Nos pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre. Todos, una y otra vez, nos doblegamos. Pero hay algo que no falla y es la convicción de que (únicamente) los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana”.
No estaban ciegos, ni sordos, ni mudos. Por el contrario, se daban perfecta cuenta de lo que estaba ocurriendo, y hacia donde les estaba llevando ese comportamiento; eran inteligentes, pero por lo visto, no lo suficiente. La evolución no consiguió traspasar esa barrera de inteligencia suficiente como para salvarse de ellos mismos. La pregunta era, ¿habrían sobrepasado ya esa barrera?, ¿habrían conseguido evolucionar lo suficiente como para no volver a cometer los mismos errores?
En muy poco tiempo, geológicamente hablando, el ser humano consiguió convertirse en la especie más inteligente y dominante que nunca había habitado el planeta, y sin embargo, paradójicamente, también fue la especie que menos tiempo pobló la Tierra antes de extinguirse; eso sin contar con que también fue la única especie del planeta que se autoextinguió, llevándose con ellos a la mayoría de especies con las que cohabitaban. Cómo explicarles a las futuras generaciones que ellos habían sido la causa de la sexta y más destructiva extinción masiva del planeta.
¿Se le puede llamar a eso inteligencia? Es cierto que conseguimos muchos logros muy importantes; conseguimos alargar nuestra esperanza de vida, conseguimos extendernos por todo el planeta, dominar al resto de las especies, conseguimos mejorar nuestra calidad de vida (siempre a costa de otros menos afortunados), conseguimos comprender la insignificancia de nuestra existencia cuando descubrimos que habitamos un planeta exiguo que se encuentra literalmente en medio de la nada y que algún día desaparecerá irremediablemente.
¿Y de qué nos sirvió todo eso? No se puede negar que muchas generaciones vivieron muy bien, con toda clase de lujos y comodidades. ¿Pero qué clase de ser vivo es incapaz de pensar en el futuro de su especie?, ¿acaso les daba igual cómo vivieran sus hijos o sus nietos? Cuesta trabajo pensar que esto fuera así, pero si nos remitimos a los hechos, es exactamente eso lo que parece. Vale que nos pueda dar igual cómo viven nuestros hermanos, o nuestros vecinos,... ¿Pero y nuestros hijos?
Por más vueltas que le diera al asunto, Elena no podía comprender cómo sus antepasados podían ser tan egoístas como para no pensar siquiera en sus propios hijos, algo tan esencial en cualquier especie, ya sea animal o vegetal.
¿Para qué tanta avaricia?, ¿habían conseguido de ese modo la tan ansiada felicidad? Por lo que ella había podido averiguar, más bien no, todo lo contrario; cada vez eran más esclavos de sí mismos y del sistema que los envolvía. Por lo tanto, ¿había merecido la pena tanto desarrollo, tantas comodidades, tanta tecnología, tantas guerras, tantas muertes?
Le hubiese gustado tener la respuesta, pero por desgracia, no había respuesta para esa pregunta. El destino quiso hacer borrón y cuenta nueva y ellos eran ahora los protagonistas.
O quizás no; quizás fuesen unos intrusos. Quizás los auténticos protagonistas fuesen esos humanos que habitan ahora el planeta; ellos parece que sí que han aprendido la lección. Quizás nosotros sólo vengamos a estropearlo todo de nuevo. Quizás la Parinirvana nunca debió de existir.
Elena se estremeció en sus asiento ante este nuevo pensamiento que la invadió. Le hizo ver su presunción al creerse tan importante para la continuidad de su especie; el planeta ya se había encargado de eso por sí solo, sin la ayuda de ellos. Al fin y al cabo ellos también eran el fruto de toda esa tecnología y desarrollo que llevó a la humanidad y a tantísimas otras especies a su fin. ¿Serían capaces de olvidarse de todo lo que sabían y comenzar de cero?, ¿tendrían la humildad suficiente como para llegar al planeta con el rabo entre las piernas, decirle “aquí estoy de nuevo, perdóname”, y ponerse a su servicio, el cual nunca debieron de haber abandonado?
Sí, sin duda alguna esa era la solución, empezar de cero. Cuando los antiguos pobladores de la Tierra se dieron cuenta de que el entorno no podía adaptarse a sus necesidades, sino que eran ellos los que tenían que adaptarse a él, tal y como hacían el resto de especies animales y vegetales, ya fue demasiado tarde para dar marcha atrás. Todos sabemos lo difícil que resulta ceder, agachar la cabeza, reconocer los errores cometidos y enmendarlos una vez que se ha conseguido tanto.
Sin embargo ellos no tenían nada que perder; esa era la ventaja con la que jugaban. Su meta mientras viviera sería el no perder jamás esa ventaja y hacérselo ver a los demás de la misma forma. Sabía que tarde o temprano se perdería, era inevitable. Pero también sabía que ella había hecho, y seguiría haciendo, todo lo posible por retardarlo el mayor tiempo posible.

Por fin llegaban a su destino. Por la ventanilla se podía ver abajo, a los lejos, tierra firme. Era hermoso; muy hermoso. Lo había visto infinidad de veces en pantallas de televisión y monitores de ordenador, pero nunca se podía haber imaginado que resultara tan enormemente grade y basto. Cómo pudieron transformar de esa manera un paisaje tan maravilloso. Pero lo más increíble y asombroso de todo era cómo el mismo planeta se había encargado de regenerarse y comenzar de nuevo.
Fuimos unos ilusos al pensar que éramos la especie dominante, que lo controlábamos todo. El tiempo, como siempre, se ha encargado de poner las cosas en su sitio, y volverá a hacerlo una y otra vez. Por eso es importante volver con humildad olvidándose de la supuesta supremacía con la que el hombre creía contar y que de poco le sirvió.
Pero todo eso pertenecía al pasado. Ahora les tocaba a ellos; les había llegado su hora. La rueda de la vida daba un nuevo giro, repitiéndose el mismo principio de siempre desde el comienzo de los tiempos: para que unos vivan, otros deben morir. Algún día ellos también desaparecerán dándole la oportunidad a otros. Elena esperaba dejarles un legado mejor que el que ellos recibieron.

Mientras aterrizaban, la joven historiadora tatareaba una canción compuesta en el siglo XX por un joven idealista, adelantado a su tiempo, llamado John Lennon:


“Imagina que no hay cielo
es fácil si lo intentas
no hay infierno debajo de nosotros
sobre nosotros sólo está el firmamento.
Imagina a todo el mundo
viviendo el presente.

Puedes decir que soy un soñador
pero no soy el único.
Espero que algún día te unas a nosotros
y que el mundo sea uno.

Imagina que no hay países
no es difícil hacerlo
nada por lo que matar o morir
y que tampoco hay religiones.
Imagina a todo el mundo
viviendo la vida en paz.

Imagina que no hay posesiones
me pregunto si puedes hacerlo
nada que motive la avaricia o el hambre
una fraternidad de seres humanos.
Imagina a la humanidad
compartiendo el mundo.”



FIN

Capítulo XXXIII

Al término de la reunión, Pet y Elena volvieron al apartamento de los padres de ésta para recoger a su hija y, de paso, contarles el nuevo descubrimiento.

– Dios mío, esto es maravilloso –comentó Roxi asombrada tras escuchar a su hija–. Hemos regresado a nuestra casa. Estoy segura de que nadie se esperaba una noticia así.
– Puedes estar segura –dijo su marido–. Pero a mí no me parece una noticia tan maravillosa precisamente. Descubrir vida en otro planeta podía responder a muchos interrogantes, ahora todas las expectativas que teníamos puestas en ése han quedado en nada. Quizás, después de todo, Giordano Bruno se equivocaba al afirmar que podía haber seres vivos en otros planetas, y resulta que el nuestro es el único que existe en toda la Galaxia.
– No, papá –le respondió Elena–, los que nos equivocábamos éramos nosotros pensando que podíamos viajar por todo el Universo, así sin más. Si algo nos ha enseñado esta odisea es que el Universo le queda demasiado grande a unos insignificantes humanos como nosotros.
» Por supuesto que habrá planetas repartidos por toda la inmensidad de la Galaxia repletos de vida de lo más variada, tal como dijo Giordano Bruno; pero lo más seguro es que nunca los conozcamos y, quizás sea mejor así.
– Dime una cosa, hija –preguntó Roxi–, ¿aún sigues pensando que es mejor que la Parinirvana siga viajando en busca de otros planetas que colonizar?
Elena se quedó pensando durante un momento.
– No lo sé –respondió al fin–. Ahora mismo estoy hecha un lío; aún no he tenido tiempo suficiente de asimilar todo esto. Pero ya que me lo preguntas, me supongo que no. Supongo que lo mejor sería olvidarnos para siempre del espacio exterior y aprovechar lo mejor que sepamos esta segunda oportunidad que nos ha dado el destino.
– La lástima es que no haya transbordadores suficientes como para poder bajar todos –comentó Pet–. Sería estupendo poder empezar todos juntos esta nueva vida.
– Sí, tienes razón –intervino Roberto–. Parece una tontería, pero ahora que sé que ese es nuestro antiguo planeta, no me importaría nada bajar con vosotros.
– Aún podéis hacerlo –dijo Elena esperanzada–. Podéis intentar ocupar alguna plaza de los siguientes vuelos. Eso sería maravilloso.
– No hija, no te hagas ilusiones –le interrumpió Roxi–. No digo que a mí no me gustaría bajar también, pero debemos ser realistas, no sería justo para los que se quedasen. Además, nosotros ya no tenemos edad para correr detrás de un conejo o para andar subiéndonos a los árboles en busca de frutas.
– Mamá, no digas eso. Vosotros podéis ser de mucha utilidad todavía ahí abajo. Para formar una nueva civilización, no sólo hace falta mano de obra, sino también muchos conocimientos y sabiduría, y en eso no hay quien os gane.
– Además, aún sabiendo que este planeta es la Tierra, puede que haya más de cien personas que deseen quedarse en la Parinirvana –dijo Pet–. Creo que, si de verdad lo deseáis, tenéis muchas posibilidades de poder viajar con nosotros.
– Pet tiene razón –continuó Elena–. Papá, mamá, prometedme que haréis todo lo posible por bajar con nosotros. Hacedlo al menos por vuestra nieta.
Roberto y Roxi se miraron durante un momento y al fin fue Roberto el que contestó a su hija.
– Está bien, hija, no hace falta que te pongas así. Bajaremos siempre y cuando no le quitemos la plaza a alguien más joven que desee también hacerlo. ¿Estás de acuerdo, mamá?
– Me parece bien –respondió Roxi–. Pero no me gustaría que os hicierais demasiadas ilusiones. Prefiero pensar que me quedaré aquí con tu padre, y si al final resulta que podemos ir pues mejor que mejor.

Capítulo XXXII

Al llegar al apartamento, Elena se sorprendió al ver a su marido tan temprano esperándola.

– Vamos debemos darnos prisa –le comentó éste–. Han convocado una reunión urgente para esta tarde.
– ¿Algún contratiempo grave? –preguntó Elena nerviosa.
– No lo sé; por lo que he podido escuchar, Elías, uno de los geólogos, ha hecho un descubrimiento importante analizando unos datos obtenidos por uno de los robots sobre unas muestras de rocas del planeta.
» Debe de ser algo importante a juzgar por el nerviosismo del capitán cuando me informó de la reunión. Él mismo fue el que me pidió que vinieras tú también.
– Vaya, no sé si eso será bueno o malo; me temo lo peor, Pet. Pensábamos que teníamos todos los problemas resueltos y vete a saber ahora qué es lo que han descubierto para que no podamos bajar a ese dichoso planeta. Ya me estoy empezando a cansar un poco.
– Tranquilízate, aún no sabemos de qué se trata. Seguro que no será para tanto. Ya sabes como es el capitán, se ahoga en un vaso de agua.
» La reunión es para dentro de una hora, así que no tenemos mucho tiempo. Ya me he encargado de mandar a Eli a casa de tus padres, la recogeremos cuando salgamos.

Una hora más tarde, Pet y Elena llegaron a la sala de reuniones. Allí se encontraban, a parte del consejo de ancianos y el capitán, la mayoría de los futuros tripulantes del primer vuelo al planeta y muchos de los científicos más importantes de la Parinirvana.

– Bien, ante todo permítanme que les pida disculpas por la urgencia de esta reunión –comenzó diciendo Elías, un geólogo de mediana edad que también pertenecía al grupo de los primeros exploradores del planeta–. Ha sido necesario debido al inminente despegue del transbordador; no tenemos mucho tiempo y, creo que lo que hemos descubierto es lo bastante importante como para analizarlo detenidamente entre todos antes de seguir adelante.
» Iré al grano. Llevaba unos días preocupado por unos análisis de la composición de unas rocas que me había enviado uno de los robots. Yo mismo lo envié hasta esa zona ya que, desde un principio, me resultaba extraña esa formación rocosa.
El geólogo puso en funcionamiento el monitor principal de la sala, insertó una unidad de memoria y aparecieron unas imágenes de una pared rocosa con una franja mucho más oscura en el centro.
– Aunque no se puede apreciar bien en la fotografía sus dimensiones, esa pared tiene unos doscientos kilómetros de longitud –continuó hablando el geólogo–; y la franja central más oscura mide alrededor de cien metros de grosor. No es la única formación semejante que existe en ese planeta, pero sí la más significativa, de ahí que sintiera curiosidad por la composición de ese material más oscuro.
» Lo primero que pudimos comprobar es que no se trata de un solo tipo de mineral o roca, sino más bien la mezcla de muchos muy compactados. Entre ellos hay mucha abundancia de hierro pero, e aquí la primera sorpresa, no se trata de mineral de hierro puro sino en aleaciones como el acero y algunas otras más. Esto ya nos inquietó bastante y pensamos que se podría tratar de algún error.
» Pero ahí no quedó la cosa; había otros materiales que no costaban en nuestros catálogos, en teoría eran desconocidos, algo que podía ser normal tratándose de un planeta nuevo para nosotros. Pero no nos quedamos conforme y seguimos investigándolo utilizando librerías antiguas de la Tierra por si encontrábamos algo parecido y... ¡bingo!, lo encontramos. Esa enorme franja oscura que ven ahí se encuentra en su mayoría formada por hormigón y asfalto muy compactado por el peso de la roca que la cubre.

En la sala no se hicieron esperar las exclamaciones y los murmullos de asombro por parte de todos los asistentes.

– Los expertos han comprobado los datos cientos de veces –intervino en esta ocasión el capitán Jorel–, y no hay lugar a dudas; se trata del mismo hormigón utilizado por los humanos del planeta Tierra en sus construcciones, así como el asfalto de las carreteras y otros componentes totalmente artificiales que también se han identificado.
– Pero, ¿cómo es posible? –preguntó Julia asombrada–, ¿qué quiere decir esto?, ¿acaso creen que en ese planeta vivieron civilizaciones de humanos hace miles de años?
– Exactamente veinte millones de años –continuó el geólogo–. Esa es la edad aproximada que tienen esos restos analizados. Y esas civilizaciones a que te refieres, Julia, son exactamente las que todos conocemos, nuestros antepasados; hemos vuelto de nuevo al mismo lugar del que partimos hace más de dos mil años; ese planeta es la Tierra.

En esta ocasión los murmullos se convirtieron en auténticos gritos de asombro por parte de todos. Tanto es así que Julia se tuvo que levantar de su asiento para poder poner un poco de orden en la sala.

– Calma señores, por favor –imploró la portavoz del consejo de ancianos–. Elías, será mejor que aclares eso que acabas de decir. Cómo puedes estar tan seguro.
– Eso es imposible –gritó uno de los ancianos–; sólo hace unos dos mil años que abandonamos el planeta; ¿qué insinúa?, ¿que hemos viajado en el tiempo?
– No, no ha sido necesario viajar en el tiempo –continuó Elías–. Me llevó un día entero darme cuenta, pero al fin lo comprendí. ¿Ya no recuerdan lo que aprendieron en la escuela cuando eran jóvenes?
– ¡Claro! –exclamó Pet de repente–, ¡Einstein! ¿Cómo no lo vimos antes? La teoría de la relatividad especial de Einstein podría explicar por qué en la Tierra han transcurrido veinte millones de años mientras que para nosotros, sólo han pasado algo más de dos mil.
– Exacto –prosiguió el geólogo–. Hasta ahora nos había sido imposible comprobar con precisión la relación entre velocidad, espacio y tiempo que Einstein predijo en su teoría de la relatividad. Nuestro viaje puede suponer la prueba definitiva de esta parte de la teoría. Es la única explicación que se me ocurre; estoy seguro de que los físicos llegarán a la misma conclusión después de hacer sus comprobaciones.
– Pero un momento –interrumpió uno de los ingenieros–; yo creía que la teoría de la relatividad especial predecía justamente lo contrario; acordaos de la paradoja de los gemelos; el que viaja al espacio vuelve más joven que el que se queda en tierra, por lo tanto es como si viajara al pasado y no al futuro como hemos hecho nosotros.
– No, no, piénsalo bien –añadió uno de los ingenieros físicos presentes–. Si el viajero vuelve más joven quiere decir que para él, el tiempo ha transcurrido más lentamente; justamente lo que nos ha ocurrido a nosotros. Elías tiene razón, teniendo en cuenta la velocidad a la que hemos viajado y el espacio que hemos recorrido, es perfectamente posible que estemos en la Tierra veinte millones de años después de haberla dejado, aunque parezca increíble.
– ¿Y qué pasa con el sistema de navegación? –preguntó un anciano–, ¿cómo es posible que nos haya traído de nuevo al punto de partida sin que nos percatásemos de ello?
– Para poder explicar eso –respondió el capitán– habría que remontarse siglos atrás seguramente. En alguno de los cambios de rumbo anteriores, teóricamente en el último, hace más de setecientos años, alguien sin darse cuenta fijaría la dirección de la nave en sentido opuesto, justo hacia el Sol, donde nos encontramos ahora. Quién podía imaginar que ocurriría algo así.
– Vale, eso puede ser posible –intervino de nuevo Julia–, pero ¿qué hay de todos los indicios que encontramos y que nos demostraban que éste no era el planeta Tierra?
– También tiene su explicación –contestó esta vez Elías–. Siempre habíamos supuesto que en el planeta Tierra también habían transcurrido dos mil años, por eso no nos coincidía nada de lo que observábamos; si hacemos esas mismas comparaciones teniendo en cuenta que han pasado unos veinte millones de años, podremos comprobar como sí que puede ser más que posible que ésta sea la Tierra.
» De momento ya hemos comprobado la distancia de la Luna y, sabiendo que se aleja de la Tierra cuatro centímetros por año, coincide perfectamente con la distancia que tiene ahora. Además hemos hecho que los ordenadores calculen la teórica posición de las placas tectónicas de la Tierra después de este tiempo y también nos dan una situación muy parecida. Y por lo que respecta a los restos que pudimos dejar en el espacio cuando nos marchamos, me refiero a los satélites, telescopios y demás artilugios que quedaron orbitando el planeta, es perfectamente normal que después de tantos años no quede ni rastro.
» Por mi parte, tenemos indicios más que suficientes para afirmar que hemos vuelto a nuestro planeta de origen.

La rotunda afirmación del geólogo había dejado a todos los presentes perplejos y sin saber qué decir; después de un incómodo silencio de varios segundos, intervino Elena intentando poner las ideas en orden.

– Lo cierto es que la noticia es increíble, pero no debe de cambiar para nada nuestros planes. Si estamos de nuevo en la Tierra, mejor que mejor, ya la conocemos bien, así que los riesgos son mínimos. ¿Qué mejor planeta para vivir que el nuestro propio?
» Lo verdaderamente importante es que las condiciones de habitabilidad han mejorado considerablemente desde que lo abandonamos, así que no creo que tengamos nada que temer allí abajo. Será como una vuelta al hogar.
– Elena tiene razón –dijo Julia–. Ahora más que nunca debemos continuar con lo que teníamos pensado. Pasado mañana partirá el primer transbordador a la hora establecida, y será mejor que vayamos preparando ya los siguientes vuelos. La fortuna nos ha brindado una segunda oportunidad, espero que esta vez no lo echemos todo a perder de nuevo.

Capítulo XXXI

Ni que decir tiene la alegría que se llevaron Elena y su marido cuando Julia les anunció su inminente partida en el primer vuelo. Pero a pesar de los nervios y del entusiasmo inicial, Elena no quiso olvidarse de su obligación con sus alumnos y, para la que sería su última clase con ellos, preparó un tema de vital importancia para el futuro de todos, tanto para los que bajasen al planeta con ellos como para los que se quedasen en la nave.

– Bien chicos –comenzó diciendo la profesora–, todos sabéis ya que el transbordador partirá para el planeta dentro de dos días, y que yo iré en él junto con algunos de vosotros. Os echaré de menos, aunque a la mayoría estoy segura de que os veré pronto en los siguientes vuelos.
» No quería irme sin hablaros antes de algo que me preocupa mucho y que pronto vais a experimentar en vuestras vidas, me refiero a la educación de vuestros hijos. De ella depende en gran parte el éxito o fracaso del futuro de nuestra especie, ya sea en ese planeta, en esta nave o, quién sabe, en otros planetas dentro de miles de años.
» Para introducir el tema me gustaría que vierais este video que os he preparado. No os preocupéis, sólo dura unos minutos.
Elena puso en marcha una grabación en la que se veía a un niño de unos ocho años y rasgos orientales con una gran cometa. La imagen comenzaba con el pequeño echando a volar la cometa y continuaba mostrando al mismo haciéndola volar con mucha habilidad, a pesar de las rachas de viento que sobrevenían de vez en cuando. En cuanto terminó, apagó el monitor y se dirigió a su clase.
– Bien, ¿qué os ha parecido? Seguro que os estaréis preguntando qué tiene que ver un niño con una cometa con la educación. Si he querido que vierais este video es porque me supongo que la mayoría de vosotros no sabíais siquiera lo que era una cometa ni como se utiliza; quería estar segura de que me entendierais en el ejemplo que os voy a poner, ya que la educación de un niño se puede comparar perfectamente con el vuelo de una cometa.
» Si os habéis fijado bien, para poder mantener la cometa en el aire, el pequeño unas veces tenía que soltar cuerda y otras veces lo que hacía era recogerla, dependiendo de cómo soplara el viento y hacia donde quería dirigirla. Puede que parezca complicado el saber cuando hay que recoger cuerda y cuando hay que soltarla pero, como veis, hasta un niño es capaz de hacerlo; sólo es cuestión de práctica y aprendizaje y se terminará haciendo casi por instinto, como todo en la vida. Llega un momento en que parece que la cometa vuela sola, seguro que el chaval no se da ni cuenta de los movimientos que está haciendo con la cuerda para mantenerla en el aire, pero es él el que hace que la cometa no se caiga.
» Pues bien, con la educación de un niño ocurre exactamente lo mismo; unas veces tendremos que soltar cuerda y otras tendremos que tirar. Me explico, un buen padre debe saber siempre cuando debe empujar a su hijo y cuando debe aguantarlo o cuando debe decirle que sí y cuando decirle que no.
» Os preguntaréis que cómo podéis saber lo que tenéis que hacer en cada momento, ¿verdad? Al igual que con la cometa, la práctica y la experiencia hará que vayáis aprendiendo. Lo verdaderamente importante es empezar con ese tira y afloja desde el primer momento, o sea, desde el primer día de vida de vuestro hijo.
» Si queréis aprender a volar una cometa, seguro que no se os ocurre empezar a hacerlo un día de mucho viento, por el contrario, esperaréis a que las condiciones meteorológicas sean las más favorables, de manera que cuando vengan los días de mucho viento ya tengáis la práctica suficiente como para saber lo que tenéis que hacer en todo momento.
» De la misma manera, no podéis pretender empezar a educar a vuestro hijo cuando éste tiene ya una edad difícil, como puede ser la adolescencia; entonces todo lo que no le hayáis enseñado ya, será muy difícil que lo aprenda. Por eso es importante empezar cuando las condiciones son más favorables también, o sea, cuando el niño es pequeño; en ese momento, si te equivocas, lo máximo que puede ocurrir es que el bebé te coja una rabieta o algo así, pero nada que no se pueda remediar. Mientras que un error cuando el niño es mayor, sí que nos puede costar muy caro, sobretodo a él, que arrastrará durante el resto de su vida esa carencia de educación de sus primeros años, condicionándole su personalidad para siempre.
» No se os puede olvidar nunca que los años más importantes en la formación de toda persona son los primeros dos o tres; es entonces cuando se forma el carácter y la personalidad que tendrá en un futuro. Nadie nace violento o caprichoso o irrespetuoso, somos sus educadores los que hacemos que termine siendo así.
» Por eso os insisto en que hay que empezar a practicar ese tira y afloja desde su primer día de vida, de manera que cuando vaya siendo mayor tengamos la experiencia suficiente como para saber cómo debemos actuar en cada situación, y, al mismo tiempo, él irá adquiriendo unos valores y unas pautas de comportamiento que le harán actuar correctamente por inercia, ahorrándonos a los padres mucho trabajo y sufrimientos.
» Si intentamos volar la cometa sin saber hacerlo un día de mucho viento, ésta terminará cayendo y, lo más probable, es que también termine destrozada. De la misma manera, si dejamos la educación de nuestro hijo en un segundo plano, cuando lleguen los momentos difíciles, el fracaso vendrá seguro y ya será imposible dar marcha atrás.
Elena señaló a una muchacha que había levantado la mano para intervenir.
– ¿Tuvo algo que ver la educación que habían recibido los habitantes de la Tierra con todos lo problemas que tuvieron de violencia y falta de preocupación por el medio ambiente? –preguntó ésta.
– Sin duda alguna –respondió la profesora–. La educación recibida está en el trasfondo de todos los problemas. En la mayoría de países desarrollados de la Tierra hubo un momento, un punto de inflexión, localizado en la segunda mitad del siglo XX, a partir del cual se puede apreciar un cambio fundamental en la actitud de las personas.
» Ese punto de inflexión fue la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral dejando en un segundo plano la educación de sus hijos. Según los expertos, y yo coincido con ellos, esto representó un cambio brutal en la sociedad. Un cambio que terminaron pagando muy caro.
– Pero aquí también trabajan las madres y no tenemos tantos problemas para educar a nuestros hijos –interrumpió un joven.
– Como siempre digo, los problemas suelen venir por varios frentes. A este abandono de los hijos por parte de sus padres hay que sumarle el imparable avance tecnológico de la época en materias como la informática, las comunicaciones o el entretenimiento. Todo ello hacía que los jóvenes tuvieran al alcance de su mano un abanico enorme de posibilidades sin nadie a su lado que lo controlase o le guiase.
» Para que os hagáis una idea, en la década de los setenta del siglo XX, lo más violento que podía ver un chaval normal por la televisión era una película de vaqueros donde, a pesar de morir mucha gente, no se veía una sola gota de sangre; mientras que si nos vamos a finales del siglo o durante el siglo XXI, no sólo aumenta la violencia considerablemente en el cine y la televisión sino que además aparecen miles de videojuegos cada vez más salvajes y violentos y con mayor realismo y, prácticamente al alcance de cualquier familia. Si a esto le unimos que los padres no prestan la atención debida a lo que hacen sus hijos, el resultado es el que todos conocemos.
» Vosotros sois jóvenes y sabéis perfectamente que a cualquier niño o joven le atrae todo aquello que está prohibido o que puede resultar arriesgado o peligroso. Si se lo ponemos delante, lo cogerán sin duda alguna sin pensar en sus consecuencias, ya que aún no tienen la madurez ni el sentido común suficientemente desarrollados como para saber lo que les conviene o no.
– Si tenían todos esos adelantos tan a mano sería porque alguien se los ofrecería –dijo una muchacha–. Me resulta difícil pensar que unos padres no se den cuenta de lo que tiene o no tiene su hijo.
– Veréis, para eso hay que ponerse en la mentalidad de una sociedad de consumo tan bestial como la de aquel entonces –continuó Elena–. Podemos comparar la vida también con una partida de cartas, de póquer por ejemplo; el que nos toque cartas buenas o malas depende únicamente del azar, ¿verdad? Al igual que el hecho de nacer en un lugar u otro o con una genética determinada; nadie puede elegirlo, es el azar el que lo establece.
» Pues bien, en una partida de póquer no siempre gana el que tiene mejores cartas sino el que mejor sabe jugarlas. La persona que siempre juega con buenas cartas es difícil que aprenda a jugar de verdad y, en cuanto le toque una mano mala, perderá sin remedio. En la vida pasa lo mismo; en una sociedad desarrollada y con abundancia de todo, los padres sólo se preocupaban de que sus hijos tuvieran buenas cartas, o sea, que no les faltase de nada: buenos estudios, dinero de sobra, contactos, etcétera; pero no se preocupaban de lo más importante, enseñarles a jugar esas cartas.
» ¿Qué ocurría? En cuanto algo les fallaba no sabían reaccionar y se derrumbaban. De ahí que hubiesen tantos problemas mentales en edades cada vez más tempranas. Y sobretodo, los problemas venían cuando esos jóvenes se tenían que incorporar al mercado laboral y empezar a pensar en formar una familia y buscar una estabilidad; en el momento en que se daban cuenta de que la vida no es tan sencilla ni cómoda como ellos creían, el fracaso estaba cantado. La responsabilidad les pesaba demasiado cayendo un alto porcentaje de ellos en profundas depresiones e, incluso, suicidios.
– Sin embargo –expuso una joven a la que Elena dio la palabra–, la igualdad entre hombres y mujeres a la hora de trabajar fue considerado como un logro muy importante en una civilización tradicionalmente machista. ¿Por qué no podía ser el hombre el que se quedara en casa con los hijos mientras la mujer trabajaba?
– Por supuesto que podía ser así. Yo no digo que sea la mujer la que se tenga que quedar en casa obligatoriamente. Ahora bien, lo que sí opino es que, si esa labor la habían desarrollado tradicionalmente las madres no había sido por casualidad. Cualquier experto coincidirá conmigo en que, por norma general, ya que siempre hay excepciones, la mujer es, de los dos, la persona más cualificada para tan importante tarea. Todos sabéis que las mujeres poseen mayor sensibilidad y tienen más facilidad a la hora de exteriorizar sus sentimientos y de ofrecer cariño, y esas son cualidades muy importantes en la educación de un niño. Millones de años de evolución en un solo sentido no pueden cambiarse en sólo unas décadas.
» Lo que intento deciros es que cuando una pareja decide tener un hijo deben plantearse muy en serio su educación, nunca dejarla en un segundo plano. El error que cometieron en la Tierra es que esta labor no se reconocía como debiera; al contrario, el hecho de que una mujer no trabajara en la calle y se quedara cuidando a sus hijos, se consideraba como algo humillante, como si esta mujer no estuviese capacitada para hacer nada mejor. Y de lo que no se daban cuenta es de que la crianza y educación de un hijo es el trabajo más difícil y gratificante que cualquier ser humano puede desarrollar; mucho mejor que pegarse ocho horas todos los días delante de un ordenador aguantando a un jefe, o detrás de un mostrador escuchando todo el día las quejas de los clientes, por mencionar sólo algunos ejemplos.
» En ese aspecto, la mayoría de especies animales fueron más listas que los humanos. Si habéis visto los documentales de la fauna salvaje de la Tierra, habréis podido comprobar como las madres vuelcan toda su energía en sus cachorros y no los abandonan hasta que éstos aprenden a defenderse por sí solos ante la vida. Saben que de ello depende la supervivencia de la especie. De esto no se dieron cuenta los humanos en la Tierra hasta que no fue demasiado tarde y no hubo posibilidad de dar marcha atrás.
– ¿Qué valores cree usted que pueden ser los más importantes que debe aprender un niño? –preguntó un alumno.
– Prácticamente todos –contestó Elena después de pensarlo durante unos segundos–. Pero por mencionar algunos, yo destacaría el sentido del deber y la responsabilidad, el esfuerzo por conseguir lo que desean o el respeto, no sólo hacia sus semejantes, sino también hacia su entorno y a cualquier forma de vida.
» Esos tres valores se les puede inculcar a un niño desde muy pequeño. Hay otros, como por ejemplo, la compasión o la templanza que deben de adquirir conforme vayan madurando y desarrollando su propia personalidad. Lo importante es sentarles unas bases desde un principio que les sirvan en un futuro para adquirir por sí mismos unos valores positivos; y para ello es imprescindible el ejemplo de sus padres.
» La mayoría de los animales, y el hombre no es una excepción, aprenden copiando el comportamiento que observan en sus mayores. Si lo que ven, ya sea en sus casas o en la calle o por la televisión, es malo, eso será lo que aprenderán; y lo peor de todo es que para ellos ese será el comportamiento normal, ya que es el que le han enseñado; de ahí la importancia de proporcionarles un entorno adecuado e intentar evitarles todo aquello que pueda suponer un mal ejemplo.
– Para los padres del siglo XXI –añadió una joven– debería resultar muy difícil mantener a sus hijos apartados de una sociedad tan consumista y violenta. Lo que no me explico es cómo pudieron llegar a ese estado tan lamentable cuando eso es algo que se venía prediciendo muchos años atrás.
– Eso es algo –continuó la profesora– que explica muy bien el filósofo español Ortega y Gasset en lo que él denominó Hombre-masa, incluido en su libro La Rebelión de las masas.
» Según su teoría, una generación de individuos que nace y crece en una sociedad ya bien organizada, en donde no tienen que luchar por ninguno de sus derechos ni libertades, tiende a hacerse egoísta, a pensar que el resto de la sociedad, o sea, los demás, están para proporcionarles a él todo el bienestar posible y que él, como individuo, no tiene por qué preocuparse por nadie ya que para eso está la sociedad o los demás.
» O sea, que una vida fácil y cómoda hace a las personas egoístas e insolidarias. El individuo termina creyendo que todo lo que le rodea (que tanto esfuerzo y sufrimiento ha costado a sus predecesores) es algo natural en lo que él no tiene por qué colaborar para mantenerlo pero que, por el contrario, sí que debe complacerlo en todas sus necesidades.
» No cabe duda que Ortega y Gasset no iba nada mal encaminado; lo que él vislumbró a principios del siglo XX tuvo mucho que ver con la decadencia de la humanidad años más tarde. Y seguramente también influiría en la caída de tantísimos grandes imperios y civilizaciones a lo largo de toda la historia de la humanidad. De ahí la importancia de inculcarles a nuestros hijos valores como el esfuerzo, el respeto o la solidaridad que no deben de olvidar nunca por poco que crean necesitarlos en sus vidas.
» En fin, creo que ya no hay tiempo para mucho más. Estoy segura de que vosotros lo haréis maravillosamente. Pronto podréis poner todo lo que os he enseñado en práctica, espero que no lo olvidéis.

Capítulo XXX

Una vez que el consejo de ancianos fue informado de los descubrimientos de Judith sobre la población indígena del planeta, se replantearon la decisión tomada anteriormente de aterrizar el transbordador entre ellos.
Después de una larga reunión, el consejo resolvió establecer a los primeros exploradores en uno de los lugares alternativos que tenían dispuesto. Al mismo tiempo, en vista del poco peligro que presentaba la zona escogida y, ante la insistencia de buena parte de la tripulación, se dispuso que el transbordador bajase completo, con todas las plazas cubiertas, o sea, que bajarían cincuenta personas.
El único tema que quedaba pendiente, y el más delicado, era el de que abandonase la nave el planeta una vez que se hubiera establecido en él una comunidad o, por el contrario, quedarse orbitándolo indefinidamente a la espera de poder establecer un contacto directo entre las dos comunidades en un futuro.
Para ello decidieron esperar a lo que aconteciera después de la primera expedición.
Otro de los asuntos que debatieron fue la lista de los cincuenta tripulantes que bajarían en el transbordador. Julia incluyó en ella a Elena, Pet y la hija de ambos. Por mucho que le costara deshacerse de personas tan valiosas, sabía que no podía privarles de su sueño que, por otro lado, se habían ganado con creces.
Julia se lo hizo saber a Elena personalmente diciéndole que ella misma se haría cargo de comunicar al resto de la tripulación la decisión de volver a viajar al espacio exterior en busca de otros planetas, si llegara el caso de tener que hacerlo. La portavoz del consejo de ancianos sabía, al igual que Elena, que esa era la decisión más sensata y que, tarde o temprano, tendría que afrontarla. Le hubiera gustado poder contar en ese momento con la ayuda de la historiadora, pero pensó que no sería justo, ella era la persona más anciana de la Parinirvana y, por tanto, esa era su obligación.
En la nave también irían Jonás como piloto con su mujer y su hijo. El resto estaría compuesto por personal de lo más variopinto, especialistas en cultivos, zoología, ingenieros y científicos en cualquier materia que pudiera resultar útil, algunos de los jóvenes mejor preparados, dos de los ancianos de menor edad, todos ellos acompañados de sus parejas e hijos quien los tuviera.
La partida se efectuaría en pocos días, una vez que el transbordador estuviera perfectamente equipado con todo lo necesario para la expedición. Al fin se haría realidad el sueño de tantos años, ya no faltaba mucho para poder responder a la pregunta que muchos se hacían: ¿merecería la pena abandonar las comodidades de la Parinirvana por vivir en tierra firme a merced de una naturaleza desconocida e imprevisible? Pronto lo podrían comprobar.

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