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Capítulo XX

No se tardó mucho tiempo en descubrir nuevos datos sobre los misteriosos habitantes del planeta. A los dos días de conseguir la imagen de los dos chicos, ya se conocían muchos detalles de sus vidas. Una vez que se supo dónde y cómo buscar, lo demás fue sencillo.
Vivían en pequeñas chozas redondas cuyos techos cubrían con hojas de palmeras haciendo que se camuflasen perfectamente desde el cielo con su entorno, por eso no las habían visto antes. Se habían contado unos trescientos individuos entre niños, hombres, mujeres y ancianos; aunque seguramente fuesen más.
En cada cabaña parece ser que vivía una familia de unos cuatro o cinco miembros. Estas cabañas, a su vez, se agrupaban formando núcleos de diez o doce cabañas cada uno; algunos de ellos bastante alejados entre sí. En total se habían contabilizado unas sesenta cabañas en cinco grupos distintos esparcidos por toda la selva.
Se alimentaban de diversos frutos que recolectaban de los árboles y de la cacería. Se les había visto cazar animales de todo tipo, desde pequeños roedores hasta herbívoros de mayor tamaño y, para sorpresa de todos, comprobaron como cocinaban los alimentos, lo que denotaba un grado de civilización bastante elevado. Además eran muy sociables, cazaban y recolectaban en grupos, uniéndose en ocasiones, individuos de los cinco mini poblados, los cuales, una vez terminada la cacería, se repartían a partes iguales el botín.
A pesar de su aspecto primitivo, sus formas no lo eran tanto. Disponían de todo tipo de herramientas construidas con madera, hojas de árboles, piedras y barro cocido y las manejaban muy hábilmente. Tenían utensilios para pescar, trepar por los árboles, cocinar, armas para la caza como lanzas, arcos y flechas y una especie de onda o tirachinas con los que lanzaban piedras a mucha velocidad; incluso fabricaban juguetes para los niños; se habían visto pequeños animales tallados en madera con mucha habilidad, columpios colgados de los árboles y, lo que parecían pelotas hechas con pieles de animales.
Todo hacía ver que se trataba de una pequeña comunidad muy bien organizada. Indudablemente también conocían el lenguaje hablado ya que se les veía conversar continuamente entre ellos; hubiera sido muy interesante el poderlos escuchar para aprender más sobre ellos; pero para eso aún tendrían que esperar un tiempo. La disposición de los grupos de cabañas tampoco parecía arbitraria; se alineaban a lo largo de dos ríos que cruzaban la selva y desembocaban en el mar. Estos les suministraban mucha comida, agua potable, diversión para los niños y, se supone, que también higiene.
En definitiva, aquello parecía el paraíso; tenían todo lo que se puede necesitar a mano y, prácticamente, ningún peligro ya que, aunque se habían visto varios tipos de animales carnívoros depredadores en la selva, parecía que preferían mantenerse alejados de ellos. Cada especie tenía se territorio de caza muy bien acotado y no se metían los unos con los otros.

Habían pasado ya tres meses desde el descubrimiento de esa pequeña población y, prácticamente, conocían todos los detalles importantes sobre sus vidas. En la videoteca de la nave encontraron un documental sobre algunas tribus que vivieron en el antiguo Amazonas de la Tierra, antes de que éste desapareciera casi por completo, y pudieron comprobar como su modo de vida se asemejaba bastante; incluso se podía decir que los habitantes del nuevo planeta eran más civilizados, o menos primitivos, que los indios del Amazonas.

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