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Capítulo II

El caos se desató primero en los países del hemisferio sur debido a que las altas temperaturas son más difíciles de combatir. En cuanto faltó la climatización del aire y fue suprimido el suministro de agua (también éste era automático), la población salió a la calle desesperada en busca de un lugar donde poder refugiarse del asfixiante calor. Los que vivían cerca de la costa acudieron a las playas; los del interior lo tuvieron más complicado, en poco tiempo no quedó ni un metro de agua libre, piscinas, ríos, embalses, se habían convertido en el objetivo de todos en un primer momento. Las ciudades se colapsaron en pocas horas; los transportes colectivos estaban inutilizados ya que las centralitas que los gobernaban no funcionaban y los privados también quedaban inservibles en cuanto se les acababa el combustible o las baterías, al no poder repostar.
La comida no tardó mucho en escasear. La producción de alimentos se cortó en cuanto se produjo el apagón y las conservas y congelados sólo duraban unos días en tan elevadas temperaturas. En definitiva, sin agua potable ni comida y temperaturas superiores a cuarenta grados, sólo hicieron falta unas pocas semanas para acabar con los cerca de seis mil millones de habitantes que se concentraban en la mitad sur del planeta.

En el hemisferio norte la situación fue muy distinta. El único problema en principio era el frío intenso que no tardó en calar en el interior de los edificios. La mayoría de la población intentaba defenderse provocando pequeños incendios en el interior de las viviendas, ocasionando en muchas ocasiones más daños que beneficios, produciéndose innumerables explosiones debido a las conducciones de gas; y en el mejor de los casos, tan sólo era una solución provisional.
Gran parte de los ciudadanos intentaron huir en sus vehículos en busca de zonas más cálidas, lo que provocó grandes atascos en todas las carreteras y ciudades de esta parte del mundo. Tampoco aquí contaron con que no podrían repostar, así que a los pocos días todo parecía un gran cementerio de coches cubierto de nieve.
El ochenta por ciento de la población murió congelada, otros muchos se mataron los unos a los otros en las numerosas reyertas que se producían por las calles de las ciudades por los escasos recursos que quedaban disponibles.
En aquellos momentos, el ecuador del planeta era la zona que mejores condiciones climáticas presentaba, pero también era la zona del planeta más despoblada debido a la enorme desertización que padecía desde hacía décadas y al intenso calor que soportaba durante la mayor parte del año. En esta época las temperaturas eran más suaves y se podían ver algunos núcleos rurales, sobre todo en el norte de África. Eran poblados nómadas que vivían ajenos a la gran catástrofe que asolaba el mundo entero, aunque desgraciadamente no tardarían en darse de bruces con la realidad, ya que, al llegar la estación calurosa, bajaban al sur, y una vez allí, dependían de los recursos de que disponían las grandes ciudades, alimentos, agua, cobijo, etcétera.

La Tierra, probablemente el planeta con más vida de todo el Universo; catorce mil millones de habitantes, el setenta por ciento de ellos viviendo muy por encima de sus necesidades; tan sólo habían sido necesarios unos meses para convertirlo en el mayor cementerio de la Galaxia. Desde nuestra posición no podíamos saber con certeza si quedaban supervivientes, ya que las cámaras no podían captar el cien por cien de la superficie del planeta. Sólo podemos decir que estuvimos durante cinco meses rastreando todo lo que pudimos y lo único que vimos fue muerte y destrucción por todas partes. Queremos pensar que aquellas poblaciones más primitivas establecidas en zonas despobladas y marginales lograron sobrevivir.
Precisamente aquellas poblaciones a las que el mundo civilizado siempre les había dado la espalda, dejándolas morir de hambre y miseria, podían ser ahora la llave para una futura repoblación del planeta.

La vida en tierra firme se hacía muy complicada en estas condiciones climáticas, tanto para el ser humano como para cualquier otra forma de vida animal o vegetal más o menos desarrollada. Pensamos que la tecnología podía suplir de alguna manera a la sabia naturaleza, y así lo hizo durante muchos años. Nuestra arrogancia y ambición ante tanto poder ha supuesto al fin nuestra destrucción. Una lección muy cara que espero no olviden las futuras generaciones, si es que las hay.
Por fortuna, la mano del hombre no llegó a contaminar del todo los océanos, y éstos estaban llenos de vida, así que podemos contar con que el planeta no murió con el ser humano. Con el tiempo volverá a ser una tierra fértil y repleta de vida. En esta batalla del hombre contra la naturaleza los únicos perdedores somos nosotros y el resto de especies a las que hemos arrastrado en nuestra caída.

Por desgracia para nosotros, la tripulación de la estación Parinirvana, ese tiempo necesario para que se estabilizara el clima del planeta era demasiado largo, así que se nos planteaba una seria cuestión: ¿qué hacer?
La estación espacial disponía de ocho lanzaderas con las que poder volver a la Tierra y aterrizar manualmente, pero tendríamos el problema de que no podríamos volver a despegar para regresar a la estación y, francamente, a nadie le apetecía quedarse en esas condiciones en el que había sido nuestro hogar desde siempre. Estudiamos la forma de reponer la energía en algunas zonas menos dañadas pero, sin conocer exactamente los daños, era muy complicado y arriesgado y no se podía obligar a ningún miembro de la tripulación a aventurarse en un viaje sin retorno.
Así que la única opción viable que se nos planteaba era la de quedarse exactamente como estábamos, sin poder hacer nada.
Al final, la más ambiciosa apuesta de toda la humanidad civilizada, la construcción de la estación espacial Parinirvana, totalmente autónoma y capaz de viajar por toda la Galaxia, se había convertido en su herencia y nosotros, sus tripulantes, en los únicos beneficiarios.
Por fortuna, la estación se encontraba prácticamente finalizada y disponíamos de todo el material necesario para los pequeños retoques que aún faltaban para su completo funcionamiento.

1 comentarios:

La infraestructura espacial es la gran oportunidad de vida en el futuro.
Un proyecto de tal envergadura requeriría el concurso de medios, conocimientos y personas de bastantes paises.
Un proyecto colectivo de gran calado une.
Recuerdo en Barcelona 92 el record mundial de cuatro por cien metros lisos.
Cuando Karl Lewis tomo el último relevo y los asistentes fuimos conscientes que era posible batir un record mundial olvidamos nuestras pequeñas nacionalidades para ser un solo apoyo para el corredor.
Voy a por el tercer capítulo.
Esto se pone interesante.

7 de enero de 2009, 8:54  

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