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Capítulo XXX

Una vez que el consejo de ancianos fue informado de los descubrimientos de Judith sobre la población indígena del planeta, se replantearon la decisión tomada anteriormente de aterrizar el transbordador entre ellos.
Después de una larga reunión, el consejo resolvió establecer a los primeros exploradores en uno de los lugares alternativos que tenían dispuesto. Al mismo tiempo, en vista del poco peligro que presentaba la zona escogida y, ante la insistencia de buena parte de la tripulación, se dispuso que el transbordador bajase completo, con todas las plazas cubiertas, o sea, que bajarían cincuenta personas.
El único tema que quedaba pendiente, y el más delicado, era el de que abandonase la nave el planeta una vez que se hubiera establecido en él una comunidad o, por el contrario, quedarse orbitándolo indefinidamente a la espera de poder establecer un contacto directo entre las dos comunidades en un futuro.
Para ello decidieron esperar a lo que aconteciera después de la primera expedición.
Otro de los asuntos que debatieron fue la lista de los cincuenta tripulantes que bajarían en el transbordador. Julia incluyó en ella a Elena, Pet y la hija de ambos. Por mucho que le costara deshacerse de personas tan valiosas, sabía que no podía privarles de su sueño que, por otro lado, se habían ganado con creces.
Julia se lo hizo saber a Elena personalmente diciéndole que ella misma se haría cargo de comunicar al resto de la tripulación la decisión de volver a viajar al espacio exterior en busca de otros planetas, si llegara el caso de tener que hacerlo. La portavoz del consejo de ancianos sabía, al igual que Elena, que esa era la decisión más sensata y que, tarde o temprano, tendría que afrontarla. Le hubiera gustado poder contar en ese momento con la ayuda de la historiadora, pero pensó que no sería justo, ella era la persona más anciana de la Parinirvana y, por tanto, esa era su obligación.
En la nave también irían Jonás como piloto con su mujer y su hijo. El resto estaría compuesto por personal de lo más variopinto, especialistas en cultivos, zoología, ingenieros y científicos en cualquier materia que pudiera resultar útil, algunos de los jóvenes mejor preparados, dos de los ancianos de menor edad, todos ellos acompañados de sus parejas e hijos quien los tuviera.
La partida se efectuaría en pocos días, una vez que el transbordador estuviera perfectamente equipado con todo lo necesario para la expedición. Al fin se haría realidad el sueño de tantos años, ya no faltaba mucho para poder responder a la pregunta que muchos se hacían: ¿merecería la pena abandonar las comodidades de la Parinirvana por vivir en tierra firme a merced de una naturaleza desconocida e imprevisible? Pronto lo podrían comprobar.

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