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Capítulo XXXI

Ni que decir tiene la alegría que se llevaron Elena y su marido cuando Julia les anunció su inminente partida en el primer vuelo. Pero a pesar de los nervios y del entusiasmo inicial, Elena no quiso olvidarse de su obligación con sus alumnos y, para la que sería su última clase con ellos, preparó un tema de vital importancia para el futuro de todos, tanto para los que bajasen al planeta con ellos como para los que se quedasen en la nave.

– Bien chicos –comenzó diciendo la profesora–, todos sabéis ya que el transbordador partirá para el planeta dentro de dos días, y que yo iré en él junto con algunos de vosotros. Os echaré de menos, aunque a la mayoría estoy segura de que os veré pronto en los siguientes vuelos.
» No quería irme sin hablaros antes de algo que me preocupa mucho y que pronto vais a experimentar en vuestras vidas, me refiero a la educación de vuestros hijos. De ella depende en gran parte el éxito o fracaso del futuro de nuestra especie, ya sea en ese planeta, en esta nave o, quién sabe, en otros planetas dentro de miles de años.
» Para introducir el tema me gustaría que vierais este video que os he preparado. No os preocupéis, sólo dura unos minutos.
Elena puso en marcha una grabación en la que se veía a un niño de unos ocho años y rasgos orientales con una gran cometa. La imagen comenzaba con el pequeño echando a volar la cometa y continuaba mostrando al mismo haciéndola volar con mucha habilidad, a pesar de las rachas de viento que sobrevenían de vez en cuando. En cuanto terminó, apagó el monitor y se dirigió a su clase.
– Bien, ¿qué os ha parecido? Seguro que os estaréis preguntando qué tiene que ver un niño con una cometa con la educación. Si he querido que vierais este video es porque me supongo que la mayoría de vosotros no sabíais siquiera lo que era una cometa ni como se utiliza; quería estar segura de que me entendierais en el ejemplo que os voy a poner, ya que la educación de un niño se puede comparar perfectamente con el vuelo de una cometa.
» Si os habéis fijado bien, para poder mantener la cometa en el aire, el pequeño unas veces tenía que soltar cuerda y otras veces lo que hacía era recogerla, dependiendo de cómo soplara el viento y hacia donde quería dirigirla. Puede que parezca complicado el saber cuando hay que recoger cuerda y cuando hay que soltarla pero, como veis, hasta un niño es capaz de hacerlo; sólo es cuestión de práctica y aprendizaje y se terminará haciendo casi por instinto, como todo en la vida. Llega un momento en que parece que la cometa vuela sola, seguro que el chaval no se da ni cuenta de los movimientos que está haciendo con la cuerda para mantenerla en el aire, pero es él el que hace que la cometa no se caiga.
» Pues bien, con la educación de un niño ocurre exactamente lo mismo; unas veces tendremos que soltar cuerda y otras tendremos que tirar. Me explico, un buen padre debe saber siempre cuando debe empujar a su hijo y cuando debe aguantarlo o cuando debe decirle que sí y cuando decirle que no.
» Os preguntaréis que cómo podéis saber lo que tenéis que hacer en cada momento, ¿verdad? Al igual que con la cometa, la práctica y la experiencia hará que vayáis aprendiendo. Lo verdaderamente importante es empezar con ese tira y afloja desde el primer momento, o sea, desde el primer día de vida de vuestro hijo.
» Si queréis aprender a volar una cometa, seguro que no se os ocurre empezar a hacerlo un día de mucho viento, por el contrario, esperaréis a que las condiciones meteorológicas sean las más favorables, de manera que cuando vengan los días de mucho viento ya tengáis la práctica suficiente como para saber lo que tenéis que hacer en todo momento.
» De la misma manera, no podéis pretender empezar a educar a vuestro hijo cuando éste tiene ya una edad difícil, como puede ser la adolescencia; entonces todo lo que no le hayáis enseñado ya, será muy difícil que lo aprenda. Por eso es importante empezar cuando las condiciones son más favorables también, o sea, cuando el niño es pequeño; en ese momento, si te equivocas, lo máximo que puede ocurrir es que el bebé te coja una rabieta o algo así, pero nada que no se pueda remediar. Mientras que un error cuando el niño es mayor, sí que nos puede costar muy caro, sobretodo a él, que arrastrará durante el resto de su vida esa carencia de educación de sus primeros años, condicionándole su personalidad para siempre.
» No se os puede olvidar nunca que los años más importantes en la formación de toda persona son los primeros dos o tres; es entonces cuando se forma el carácter y la personalidad que tendrá en un futuro. Nadie nace violento o caprichoso o irrespetuoso, somos sus educadores los que hacemos que termine siendo así.
» Por eso os insisto en que hay que empezar a practicar ese tira y afloja desde su primer día de vida, de manera que cuando vaya siendo mayor tengamos la experiencia suficiente como para saber cómo debemos actuar en cada situación, y, al mismo tiempo, él irá adquiriendo unos valores y unas pautas de comportamiento que le harán actuar correctamente por inercia, ahorrándonos a los padres mucho trabajo y sufrimientos.
» Si intentamos volar la cometa sin saber hacerlo un día de mucho viento, ésta terminará cayendo y, lo más probable, es que también termine destrozada. De la misma manera, si dejamos la educación de nuestro hijo en un segundo plano, cuando lleguen los momentos difíciles, el fracaso vendrá seguro y ya será imposible dar marcha atrás.
Elena señaló a una muchacha que había levantado la mano para intervenir.
– ¿Tuvo algo que ver la educación que habían recibido los habitantes de la Tierra con todos lo problemas que tuvieron de violencia y falta de preocupación por el medio ambiente? –preguntó ésta.
– Sin duda alguna –respondió la profesora–. La educación recibida está en el trasfondo de todos los problemas. En la mayoría de países desarrollados de la Tierra hubo un momento, un punto de inflexión, localizado en la segunda mitad del siglo XX, a partir del cual se puede apreciar un cambio fundamental en la actitud de las personas.
» Ese punto de inflexión fue la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral dejando en un segundo plano la educación de sus hijos. Según los expertos, y yo coincido con ellos, esto representó un cambio brutal en la sociedad. Un cambio que terminaron pagando muy caro.
– Pero aquí también trabajan las madres y no tenemos tantos problemas para educar a nuestros hijos –interrumpió un joven.
– Como siempre digo, los problemas suelen venir por varios frentes. A este abandono de los hijos por parte de sus padres hay que sumarle el imparable avance tecnológico de la época en materias como la informática, las comunicaciones o el entretenimiento. Todo ello hacía que los jóvenes tuvieran al alcance de su mano un abanico enorme de posibilidades sin nadie a su lado que lo controlase o le guiase.
» Para que os hagáis una idea, en la década de los setenta del siglo XX, lo más violento que podía ver un chaval normal por la televisión era una película de vaqueros donde, a pesar de morir mucha gente, no se veía una sola gota de sangre; mientras que si nos vamos a finales del siglo o durante el siglo XXI, no sólo aumenta la violencia considerablemente en el cine y la televisión sino que además aparecen miles de videojuegos cada vez más salvajes y violentos y con mayor realismo y, prácticamente al alcance de cualquier familia. Si a esto le unimos que los padres no prestan la atención debida a lo que hacen sus hijos, el resultado es el que todos conocemos.
» Vosotros sois jóvenes y sabéis perfectamente que a cualquier niño o joven le atrae todo aquello que está prohibido o que puede resultar arriesgado o peligroso. Si se lo ponemos delante, lo cogerán sin duda alguna sin pensar en sus consecuencias, ya que aún no tienen la madurez ni el sentido común suficientemente desarrollados como para saber lo que les conviene o no.
– Si tenían todos esos adelantos tan a mano sería porque alguien se los ofrecería –dijo una muchacha–. Me resulta difícil pensar que unos padres no se den cuenta de lo que tiene o no tiene su hijo.
– Veréis, para eso hay que ponerse en la mentalidad de una sociedad de consumo tan bestial como la de aquel entonces –continuó Elena–. Podemos comparar la vida también con una partida de cartas, de póquer por ejemplo; el que nos toque cartas buenas o malas depende únicamente del azar, ¿verdad? Al igual que el hecho de nacer en un lugar u otro o con una genética determinada; nadie puede elegirlo, es el azar el que lo establece.
» Pues bien, en una partida de póquer no siempre gana el que tiene mejores cartas sino el que mejor sabe jugarlas. La persona que siempre juega con buenas cartas es difícil que aprenda a jugar de verdad y, en cuanto le toque una mano mala, perderá sin remedio. En la vida pasa lo mismo; en una sociedad desarrollada y con abundancia de todo, los padres sólo se preocupaban de que sus hijos tuvieran buenas cartas, o sea, que no les faltase de nada: buenos estudios, dinero de sobra, contactos, etcétera; pero no se preocupaban de lo más importante, enseñarles a jugar esas cartas.
» ¿Qué ocurría? En cuanto algo les fallaba no sabían reaccionar y se derrumbaban. De ahí que hubiesen tantos problemas mentales en edades cada vez más tempranas. Y sobretodo, los problemas venían cuando esos jóvenes se tenían que incorporar al mercado laboral y empezar a pensar en formar una familia y buscar una estabilidad; en el momento en que se daban cuenta de que la vida no es tan sencilla ni cómoda como ellos creían, el fracaso estaba cantado. La responsabilidad les pesaba demasiado cayendo un alto porcentaje de ellos en profundas depresiones e, incluso, suicidios.
– Sin embargo –expuso una joven a la que Elena dio la palabra–, la igualdad entre hombres y mujeres a la hora de trabajar fue considerado como un logro muy importante en una civilización tradicionalmente machista. ¿Por qué no podía ser el hombre el que se quedara en casa con los hijos mientras la mujer trabajaba?
– Por supuesto que podía ser así. Yo no digo que sea la mujer la que se tenga que quedar en casa obligatoriamente. Ahora bien, lo que sí opino es que, si esa labor la habían desarrollado tradicionalmente las madres no había sido por casualidad. Cualquier experto coincidirá conmigo en que, por norma general, ya que siempre hay excepciones, la mujer es, de los dos, la persona más cualificada para tan importante tarea. Todos sabéis que las mujeres poseen mayor sensibilidad y tienen más facilidad a la hora de exteriorizar sus sentimientos y de ofrecer cariño, y esas son cualidades muy importantes en la educación de un niño. Millones de años de evolución en un solo sentido no pueden cambiarse en sólo unas décadas.
» Lo que intento deciros es que cuando una pareja decide tener un hijo deben plantearse muy en serio su educación, nunca dejarla en un segundo plano. El error que cometieron en la Tierra es que esta labor no se reconocía como debiera; al contrario, el hecho de que una mujer no trabajara en la calle y se quedara cuidando a sus hijos, se consideraba como algo humillante, como si esta mujer no estuviese capacitada para hacer nada mejor. Y de lo que no se daban cuenta es de que la crianza y educación de un hijo es el trabajo más difícil y gratificante que cualquier ser humano puede desarrollar; mucho mejor que pegarse ocho horas todos los días delante de un ordenador aguantando a un jefe, o detrás de un mostrador escuchando todo el día las quejas de los clientes, por mencionar sólo algunos ejemplos.
» En ese aspecto, la mayoría de especies animales fueron más listas que los humanos. Si habéis visto los documentales de la fauna salvaje de la Tierra, habréis podido comprobar como las madres vuelcan toda su energía en sus cachorros y no los abandonan hasta que éstos aprenden a defenderse por sí solos ante la vida. Saben que de ello depende la supervivencia de la especie. De esto no se dieron cuenta los humanos en la Tierra hasta que no fue demasiado tarde y no hubo posibilidad de dar marcha atrás.
– ¿Qué valores cree usted que pueden ser los más importantes que debe aprender un niño? –preguntó un alumno.
– Prácticamente todos –contestó Elena después de pensarlo durante unos segundos–. Pero por mencionar algunos, yo destacaría el sentido del deber y la responsabilidad, el esfuerzo por conseguir lo que desean o el respeto, no sólo hacia sus semejantes, sino también hacia su entorno y a cualquier forma de vida.
» Esos tres valores se les puede inculcar a un niño desde muy pequeño. Hay otros, como por ejemplo, la compasión o la templanza que deben de adquirir conforme vayan madurando y desarrollando su propia personalidad. Lo importante es sentarles unas bases desde un principio que les sirvan en un futuro para adquirir por sí mismos unos valores positivos; y para ello es imprescindible el ejemplo de sus padres.
» La mayoría de los animales, y el hombre no es una excepción, aprenden copiando el comportamiento que observan en sus mayores. Si lo que ven, ya sea en sus casas o en la calle o por la televisión, es malo, eso será lo que aprenderán; y lo peor de todo es que para ellos ese será el comportamiento normal, ya que es el que le han enseñado; de ahí la importancia de proporcionarles un entorno adecuado e intentar evitarles todo aquello que pueda suponer un mal ejemplo.
– Para los padres del siglo XXI –añadió una joven– debería resultar muy difícil mantener a sus hijos apartados de una sociedad tan consumista y violenta. Lo que no me explico es cómo pudieron llegar a ese estado tan lamentable cuando eso es algo que se venía prediciendo muchos años atrás.
– Eso es algo –continuó la profesora– que explica muy bien el filósofo español Ortega y Gasset en lo que él denominó Hombre-masa, incluido en su libro La Rebelión de las masas.
» Según su teoría, una generación de individuos que nace y crece en una sociedad ya bien organizada, en donde no tienen que luchar por ninguno de sus derechos ni libertades, tiende a hacerse egoísta, a pensar que el resto de la sociedad, o sea, los demás, están para proporcionarles a él todo el bienestar posible y que él, como individuo, no tiene por qué preocuparse por nadie ya que para eso está la sociedad o los demás.
» O sea, que una vida fácil y cómoda hace a las personas egoístas e insolidarias. El individuo termina creyendo que todo lo que le rodea (que tanto esfuerzo y sufrimiento ha costado a sus predecesores) es algo natural en lo que él no tiene por qué colaborar para mantenerlo pero que, por el contrario, sí que debe complacerlo en todas sus necesidades.
» No cabe duda que Ortega y Gasset no iba nada mal encaminado; lo que él vislumbró a principios del siglo XX tuvo mucho que ver con la decadencia de la humanidad años más tarde. Y seguramente también influiría en la caída de tantísimos grandes imperios y civilizaciones a lo largo de toda la historia de la humanidad. De ahí la importancia de inculcarles a nuestros hijos valores como el esfuerzo, el respeto o la solidaridad que no deben de olvidar nunca por poco que crean necesitarlos en sus vidas.
» En fin, creo que ya no hay tiempo para mucho más. Estoy segura de que vosotros lo haréis maravillosamente. Pronto podréis poner todo lo que os he enseñado en práctica, espero que no lo olvidéis.

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